Llegó a molestarme la idea de haber visto morir a ese sentimiento
tantas veces. Lo bonito del principio,la intensidad del prologo casi
absurda de cada minuto cuando nada tiene cimientos y cualquiera de los
dos podría salir corriendo en cualquier momento. Me llenaron, o sería
más correcto decir que me dejé llenar los oídos de te quieros, cambié de
relaciones a cambio de sábanas, zapatos rojos para besos se sábado,con
el único resultado eran un monetón de lágrimas negras. ¿Cuántas veces
empezaría de cero?¿Cuántos nombres tacharía de mi lista? Borrón tras
borrón, las pocas iniciales que (quiero) recuerdo...Nunca he estado
totalmente sola, entre historias inconexas que cuando parecen alcanzar
un punto de intersección se repelen, entre ellas nunca han pasado las
semanas requeridas para volver a construir lo deshecho, y así me fue
todo. Rezaba por sentir aunque fuera angustía, pero sentir al fin y al
cabo. Notar que me hervía la sangre, que vivía por algo, que no sólo
respiraba, que viviría cosas que mereciera la pena escribir como cartas
al yo futuro. Porque vivir por vivir, no es vida. Y es posible que
escribiera. Compulsivamente. Cada detalle, cada palabra empañada en
dolor, cada frase que me calaba hasta los huesos, cada cigarro después
de cada beso. No voy a culpar a nadie, la primera en errar fuí yo. Yo,
que me guío por impulsos. Ellos que me llaman fría sin saber que también
el hielo quema. E igual después se me fue todo un poco de las manos. Y
empiezo a creer que no, que no he visto morir al amor tantas veces.
Porque quizá no lo vi nacer, me obligue a creer, me forcé a sentir. Y no
siempre es así.
Y ahora llega él, rompiendo esquemas, cerrando bocas, al mismo nivel de batallas que estos ojos verdosos. Él, esperanza y sonrisa de loco, lector de propaganda, paciente de mi portal, cantante entre luces y humo de colores, músico sin instrumentos, buscador de tesoros, explorador de mis recovecos, actor, vividor de lo subrrealista, máquina expendedora de carcajadas 24/7, bufanda y cinturón, domador de fieras, freno de mis tacones cuando les llueve demasiado alcohol, campeón de cartas, billares y ajedrez, abrazos y provocaciones. Susurrador experto, y por encima de todo, mi vista favorita de la ciudad.
Y ahora llega él, rompiendo esquemas, cerrando bocas, al mismo nivel de batallas que estos ojos verdosos. Él, esperanza y sonrisa de loco, lector de propaganda, paciente de mi portal, cantante entre luces y humo de colores, músico sin instrumentos, buscador de tesoros, explorador de mis recovecos, actor, vividor de lo subrrealista, máquina expendedora de carcajadas 24/7, bufanda y cinturón, domador de fieras, freno de mis tacones cuando les llueve demasiado alcohol, campeón de cartas, billares y ajedrez, abrazos y provocaciones. Susurrador experto, y por encima de todo, mi vista favorita de la ciudad.